Voy a soñar que estoy sentada ante el viejo buró, con tintero y pluma en mano, y que tengo todo el tiempo del mundo... porque soñar no cuesta nada.

viernes, 8 de agosto de 2014

EL BESO OLVIDADO


Y me dio un beso de película que, de no ser porque me tenía fuertemente asida en un abrazo, me habría desmayado de la impresión y de puro placer. Una semana después, me dijo que yo ya era su mujer.

Sin embargo, a veces la memoria es quebradiza, y solo unos meses más tarde él ya no recordaba aquel beso —el primero—, ni el flechazo.

—Lo siento. El día que lo recuerde, te lo diré— me prometió.

«Puede ocurrir que, cuando llegue ese día, si es que llega, yo esté muy lejos y no tengas  a quién decírselo», pensé yo.

Me decepcionó. Nunca habría imaginado que él pudiese pertenecer a la famosa escuela en la que muchos hombres han obtenido una titulación cum laude, la de Mujer conquistada, mujer olvidada.

Ha pasado el tiempo. Y yo, que tengo un máster en Paciencia y un doctorado en Fe y Esperanza, sigo aguardando a que recuerde nuestro primer beso.

Mientras, me siento frágil y efímera, como una amapola. Envidio su jardín, y, a veces, quisiera ser romero, jazmín o una ramita de perejil, para que él me regara y refrescara mi tierra.

¿Y si sucediera una tragedia aún mayor? Si a mí la memoria me jugara una mala pasada… Definitivamente, sería un beso olvidado.