Voy a soñar que estoy sentada ante el viejo buró, con tintero y pluma en mano, y que tengo todo el tiempo del mundo... porque soñar no cuesta nada.

lunes, 29 de septiembre de 2014

UN SALÓN DE PELÍCULA


El Salón de los Espejos ha sido, desde la apertura del Círculo Lucentino, escenario de innumerables bailes, fascinantes y glamurosos. Sin embargo, uno de ellos, fue realmente «de cine».

En la primavera de 1975, el productor de TVE, Alfonso García, contactó con don Antonio Villa Álvarez de Sotomayor —ilustre compositor y pianista, y referente cultural de nuestra ciudad— para solicitarle su colaboración en un interesante proyecto: hallar localizaciones para el rodaje de un capítulo del espacio televisivo «Los Libros». Se trataba de una adaptación de Doña Luz,  la novela que el insigne egabrense Juan Valera escribió en 1879. La directora de cine cordobesa, Josefina Molina, entregó personalmente al Maestro Villa el guión —escrito por ella misma—, para poder ubicar los enclaves más idóneos que diesen vida a Villafría, nombre ficticio que Juan Valera dio a la rica y aristocrática localidad andaluza en la que se desarrolla la historia de Doña Luz.

Una vez decididos los emplazamientos, rodaron dos escenas de interior en Cabra, concretamente en la Casa del Marqués y en la Iglesia de la Asunción. En Lucena, rodaron exteriores en Campo de Aras y en El Molino —casa de Manolo Ortiz en el término de Zambra—, e interiores en varios lugares: en la Parroquia de San Mateo, en el Santuario de la Virgen de Araceli, en Las Bodegas del Carmen, en la casa de don José Álvarez en la calle Hidalgo, en la casa de don Alejandro Gómez en la calle San Pedro, en la casa de don Antonio Villa en la calle Ballesteros, y dos escenas en El Casino —una de ellas, acompañada por miembros del centro filarmónico de Cabra y don Antonio Villa al piano, fue el baile en el Salón de los Espejos, sin duda, el marco más apropiado en el que se podía recrear fielmente el ambiente de la época para esta escena en especial, gracias a su exquisita decoración—.

Durante los veinte días de junio que duró el rodaje, el equipo cinematográfico se instaló en Los Santos, pero fue en casa del Maestro Villa, en la calle Ballesteros, donde montaron el cuartel general de la dirección artística: sastres, figurinistas, ayudantes de vestuario, maquilladores, peluqueros, attrezzistas, etc.

Totalmente involucrado en el proyecto, don Antonio Villa también se ocupó de buscar los  actores extras para las diferentes escenas que tenían que filmar junto a los actores principales como Maribel Martín, Eusebio Poncela, Alfredo Mayo, Enriqueta Carballeira, José Riego y Roberto Martín. Entre el grupo de afortunados lucentinos que, divertidos y entusiasmados, resistieron largas horas de maquillaje, peluquería y sastrería, hasta quedar perfectamente caracterizados a la moda del último cuarto del siglo XIX, se encontraban: el joven Arturo Gómez Molero, Pilar Serrano, Rafael Rueda, Inmaculada, Gaspar y Antonio Villa, Mari Vigo, Miguel Sánchez, Lola Roldán, Toñi Barea, Carlos Porras, Pepe Morán, Manolo Roldán, Ismael Algarrada, Victoria Pallero, Juan Huertas, Manolo Ortiz, Loli López de Ahumada, Leli Jiménez y Antonio Beato. Cobraron 300 pesetas por día de rodaje. Algunos de ellos han cedido gustosamente las fotografías que ilustran este relato en las que se pueden reconocer distintos rincones del Casino y apreciar, gracias a la magia del cine, cómo nuestros extras parecían auténticas estrellas.

Finalizado el rodaje, durante una velada festiva que tuvo lugar en la bodeguita de El Molino, la directora, Josefina Molina, encargó al Maestro Villa la música de la película. De solo una semana dispuso don Antonio para componer el hermoso tema cuyas magistrales notas sirvieron, como broche de oro, de banda sonora a Doña Luz.
El 31 de mayo de 1976 TVE emitió Doña Luz, y, seguramente, muchos lucentinos estuvieron atentos ante el televisor. Gracias a don Antonio Villa, alma mater de esta aventura y artífice de que algunos de nuestros paisajes y bellos espacios, como el Salón de los Espejos, llegasen a través de la pequeña pantalla hasta el último rincón del país.









UN SALÓN DE PELÍCULA


El Salón de los Espejos ha sido, desde la apertura del Círculo Lucentino, escenario de innumerables bailes, fascinantes y glamurosos. Sin embargo, uno de ellos, fue realmente «de cine».

En la primavera de 1975, el productor de TVE, Alfonso García, contactó con don Antonio Villa Álvarez de Sotomayor —ilustre compositor y pianista, y referente cultural de nuestra ciudad— para solicitarle su colaboración en un interesante proyecto: hallar localizaciones para el rodaje de un capítulo del espacio televisivo «Los Libros». Se trataba de una adaptación de Doña Luz,  la novela que el insigne egabrense Juan Valera escribió en 1879. La directora de cine cordobesa, Josefina Molina, entregó personalmente al Maestro Villa el guión —escrito por ella misma—, para poder ubicar los enclaves más idóneos que diesen vida a Villafría, nombre ficticio que Juan Valera dio a la rica y aristocrática localidad andaluza en la que se desarrolla la historia de Doña Luz.

Una vez decididos los emplazamientos, rodaron dos escenas de interior en Cabra, concretamente en la Casa del Marqués y en la Iglesia de la Asunción. En Lucena, rodaron exteriores en Campo de Aras y en El Molino —casa de Manolo Ortiz en el término de Zambra—, e interiores en varios lugares: en la Parroquia de San Mateo, en el Santuario de la Virgen de Araceli, en Las Bodegas del Carmen, en la casa de don José Álvarez en la calle Hidalgo, en la casa de don Alejandro Gómez en la calle San Pedro, en la casa de don Antonio Villa en la calle Ballesteros, y dos escenas en El Casino —una de ellas, acompañada por miembros del centro filarmónico de Cabra y don Antonio Villa al piano, fue el baile en el Salón de los Espejos, sin duda, el marco más apropiado en el que se podía recrear fielmente el ambiente de la época para esta escena en especial, gracias a su exquisita decoración—.

Durante los veinte días de junio que duró el rodaje, el equipo cinematográfico se instaló en Los Santos, pero fue en casa del Maestro Villa, en la calle Ballesteros, donde montaron el cuartel general de la dirección artística: sastres, figurinistas, ayudantes de vestuario, maquilladores, peluqueros, attrezzistas, etc.

Totalmente involucrado en el proyecto, don Antonio Villa también se ocupó de buscar los  actores extras para las diferentes escenas que tenían que filmar junto a los actores principales como Maribel Martín, Eusebio Poncela, Alfredo Mayo, Enriqueta Carballeira, José Riego y Roberto Martín. Entre el grupo de afortunados lucentinos que, divertidos y entusiasmados, resistieron largas horas de maquillaje, peluquería y sastrería, hasta quedar perfectamente caracterizados a la moda del último cuarto del siglo XIX, se encontraban: el joven Arturo Gómez Molero, Pilar Serrano, Rafael Rueda, Inmaculada, Gaspar y Antonio Villa, Mari Vigo, Miguel Sánchez, Lola Roldán, Toñi Barea, Carlos Porras, Pepe Morán, Manolo Roldán, Ismael Algarrada, Victoria Pallero, Juan Huertas, Manolo Ortiz, Loli López de Ahumada, Leli Jiménez y Antonio Beato. Cobraron 300 pesetas por día de rodaje. Algunos de ellos han cedido gustosamente las fotografías que ilustran este relato en las que se pueden reconocer distintos rincones del Casino y apreciar, gracias a la magia del cine, cómo nuestros extras parecían auténticas estrellas.

Finalizado el rodaje, durante una velada festiva que tuvo lugar en la bodeguita de El Molino, la directora, Josefina Molina, encargó al Maestro Villa la música de la película. De solo una semana dispuso don Antonio para componer el hermoso tema cuyas magistrales notas sirvieron, como broche de oro, de banda sonora a Doña Luz.
El 31 de mayo de 1976 TVE emitió Doña Luz, y, seguramente, muchos lucentinos estuvieron atentos ante el televisor. Gracias a don Antonio Villa, alma mater de esta aventura y artífice de que algunos de nuestros paisajes y bellos espacios, como el Salón de los Espejos, llegasen a través de la pequeña pantalla hasta el último rincón del país.