Voy a soñar que estoy sentada ante el viejo buró, con tintero y pluma en mano, y que tengo todo el tiempo del mundo... porque soñar no cuesta nada.

viernes, 13 de diciembre de 2013

DON QUIJOTE Y SANCHO PANZA


—¿Qué me ha  ocurrido, amigo Sancho? ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy? No acabo de entender… ¡Qué extraño! Me siento… cansado —dice apesadumbrado Don Quijote con un débil hilo de voz.

—No os preocupéis, mi señor, ya vendrán tiempos mejores. Descansad —le responde Sancho con ternura mientras posa su ruda y curtida mano sobre el hombro de aquél, como si quisiera  arroparlo dándole calor.

Don Quijote, invadido por la melancolía,  yace lánguido, decaído, abatido y derribado. Sancho, conmovido,  lo observa y solo ve a un niño perdido, necesitado de consuelo y protección, frágil e indefenso como nunca antes lo había visto. Lo contempla y se pregunta si será consciente de lo triste que resulta ahora su absurda y ridícula indumentaria. De nada sirven ya su armadura, su escudo y su espada, convertidos de repente en objetos de juguete; con la capa arrugada y a medio caer, más parece un héroe vencido y fracasado.

Ambos  reflejan tristeza y pesar en sus miradas, uno por sí mismo, otro por su señor. Ante la irrealidad de don Quijote, Sancho en su sabiduría se dice a sí mismo: «Ay, qué voy a hacer con él, si no es más que un niño sumido en su fantasía…»

3 comentarios:

  1. Me ha encantado este post, por momentos no he visto a Alonso Quijano y a Sancho, he visto a una pareja de mirada tierna y agotada él, y la de ella perdida en un momento de lucidez de su enfermedad, llamémosle Alzeimer.
    Y en su desubicación, ella se siente querida, pues la misma mano que siempre la acarició sigue ahí, protectora y dulce...

    ResponderEliminar
  2. precioso y tierno hermana... la vida misma. Suele ser así, un indefenso, con la armadura caída y un protector, tratando de recoger lo que un día fue...

    ResponderEliminar
  3. Muchas gracias por vuestros comentarios. Un abrazo.

    ResponderEliminar