Sus padres se unieron en invierno,
tras un largo idilio marcado por el misticismo y la espiritualidad, y en una época en la que no estaba muy bien visto
el tema carnal, por lo que llegaron puros y castos al matrimonio. Apenas
pasaron unas semanas cuando llegó el Tiempo de Recogimiento y estaban tan
enamorados y eran tan felices que decidieron, para agradecer tanta dicha,
ofrecer el sacrificio de no tocarse durante cuarenta días. Los dos jóvenes
aguantaron como pudieron —solo ellos supieron la magnitud de tan cruel prueba
de amor— aquella tortuosa abstinencia que se habían autoimpuesto, y, cuando amaneció
el Día de la Plenitud, para celebrar su gran logro, hicieron el amor durante no
se sabe cuánto tiempo. Incluso ellos mismos perdieron la cuenta. Como resultado,
engendraron una niña hecha, literalmente, de pasión y fuego.
Durante los meses más cálidos, se
fue formando en el vientre de su madre, que era, sin duda, el mejor sitio del
mundo, y, justo al comenzar el invierno en la Tierra, nació una noche en la que
cayó una gran nevada que cubrió todo el pueblo con un espeso manto blanco y que
aún hoy recuerdan y comentan todos los vecinos del lugar. Esta circunstancia
fue probablemente el motivo de que la pequeña naciera con la piel muy blanca y
el cabello y los ojos claros, lo que no era muy común por aquellas lindes. Al
menos, eso pensaban los que acudían a conocerla llamados por la curiosidad de
contemplar a un ser tan extraño. Tal vez tampoco era una casualidad que, desde
muy joven, de las Cuatro Estaciones de Vivaldi, El Invierno era su preferida.
Contrariamente a lo que pudiera
parecer, sufría una elevada sensibilidad al frío, y le ocurrían cosas
incomprensibles y contradictorias. Por ejemplo, para asearse se sumergía en agua hirviendo y permanecía allí hasta que su
piel blanca enrojecía y parecía arder con el vapor que emanaba su epidermis. Su
temperatura corporal era
extremadamente alta, sin embargo, se concentraba en su tronco de tal manera que
no llegaba a sus extremidades, por lo que tenía que usar varios pares de
calcetines a la vez, unos encima de otros, y, a veces, no había guantes
suficientes en el mundo que pudiesen calentar sus manos. Por el contrario, en
verano, podía pasar horas y horas tumbada al sol sin sudar ni una gota, y es
que era el calor intenso su verdadero estado natural.
Pasaron los años y los tiempos
cambiaron. Todo era distinto y ya no estaba tan mal visto el asunto carnal, así
que se lanzó a la búsqueda de un amante que pudiese aplacar el fuego que ardía
en su interior. Pero no era fácil encontrar al adecuado. En los meses más fríos
la buscaban como abrigo porque estar junto a ella era mucho mejor que enfundarse
un gruesa capa, guantes, bufanda y gorro de lana junto a una estufa de butano;
mucho mejor que acurrucarse bajo las faldas de una mesa camilla con brasero de
ascuas incandescentes; y mucho mejor que sentarse ante una chimenea repleta de
leños y brasas ardientes. Ella se acostaba antes para calentar el lecho de su
amado, y eso era mucho más efectivo que utilizar una bolsa de agua caliente o
una manta térmica. Cuando su amante llegaba, ella se retiraba lentamente
dejándole el hueco que había alcanzado tantos grados que él gemía de placer.
Era lo bueno que tenía dormir junto a una mujer hecha de fuego en las noches de
invierno. Sin embargo, en verano huían de ella pues ninguno era lo bastante valiente como para
aguantar ni el roce de su piel.
Existe una leyenda que cuenta que
aún cuando duerme sola, su cuerpo genera y desprende tanto calor que no sabe
qué hacer con él. Que pasa la noche desnuda y se rodea de prendas que, cuando
amanece y se levanta, parece que hubiesen estado colgadas en un radiador. Dicen
que es la suerte que tienen algunas
personas que han nacido en invierno.
...Y todo eso pasó por haber esperado tanto y dejar que la temperatura subiera de esa manera. Las consecuencia a la vista están: vale tal así para el invierno pero ¿qué hacer en verano?.
ResponderEliminarEn verano, querido Antonio, más amor para los valientes.
EliminarLa Chica de Fuego... Muy bonita historia, Araceli. Enhorabuena. Me ha encantado.
ResponderEliminarGracias, Carmen, compañera. Me alegra que te guste. Un abrazo.
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