Voy a soñar que estoy sentada ante el viejo buró, con tintero y pluma en mano, y que tengo todo el tiempo del mundo... porque soñar no cuesta nada.

lunes, 11 de noviembre de 2013

EL AJUAR DE PEPA


Mi bisabuela paterna, Filomena Calzado Armenteros, nació en Jaén el 23 de septiembre de 1847. Poco después, la familia se trasladó a Lucena. Filomena se casó en 1868, a la edad de 21 años, con su primo Francisco Calzado. De este matrimonio nacieron dos hijas, Araceli y Josefa, a la que llamaban Pepa. Desgraciadamente, unos años más tarde Francisco murió dejando viuda a Filomena con dos hijas adolescentes.

Araceli y Pepa se educaron en el colegio de Las Escolapias, que desde 1871 a 1918 se ubicó en la calle Ancha, donde más tarde estuvo el colegio de Las Filipenses. Allí se formaron en las materias elementales además de idiomas, música, caligrafía y las enseñanzas femeninas propias de la época. Fue ahí donde Pepa comenzó a bordar su ajuar.

Por entonces, era costumbre en Lucena que, durante las Fiestas de la Virgen de Araceli, se celebrara una exposición de labores de las jóvenes lucentinas que presentaban sus obras a concurso. Pepa presentó una pieza de su ajuar y recibió un diploma: “A la Srta. Doña Josefa Calzado Calzado, por una sábana bordada en blanco”. Fechado el 5 de mayo de 1895.

Araceli se casó siendo muy joven, con apenas 17 años, con Tiburcio Moreno, y, con muy poca diferencia de tiempo, su madre, Filomena, se casó en segundas nupcias con Rafael Beato Solís el 24 de noviembre de 1886. De este segundo matrimonio, nacieron Rafael –mi abuelo-, Filomena, Francisco y Mª Carmen.

Pepa, por su parte, contrajo matrimonio con Antonio Moya, un comandante del ejército de Jaén, donde vivió hasta que éste murió, sin que hubiesen engendrado hijos. Volvió a Lucena para vivir con su hermana Araceli, a la que siempre estuvo muy unida.

Cuando mi bisabuela murió el 30 de julio de 1919, poco antes de cumplir 72 años, era viuda desde hacía quince. De los seis hijos que había tenido, dos del primer matrimonio y cuatro del segundo, sólo vivían cuatro: Araceli, Pepa, Rafael y Filomena.

Rafael se casó con Francisca de Paula López Berjillos -mi abuela-, que dio a luz a trece hijos, de los que solamente sobrevivieron siete, cuatro varones y tres mujeres. Y Filomena se casó con Francisco Díaz, con quien tuvo dos mellizos varones.

Araceli y Pepa estaban tan unidas, que el día que Araceli murió –a finales de la década de los 40-, durante su velatorio, Pepa se sintió muy enferma. Cuentan que sentía tal tristeza por la pérdida de su hermana que parecía no querer seguir viviendo, y, efectivamente, al día siguiente murió. No dejaba hijos, por lo que sus pertenencias fueron repartidas entre algunos de sus sobrinos y su hermana Filomena, quien fue depositaria del exquisito ajuar.

Cuando Filomena murió en 1964, sus hijos, por deseo expreso de su madre, entregaron a sus primas, -hijas de Rafael, mis tías- algunas alhajas y el resto del ajuar de Pepa.

En la actualidad, mis tías conservan aún una pieza del laborioso ajuar que su tía Pepa primorosamente tejió y bordó en Las Escolapias alrededor de 1885 –hace casi 130 años-. Se trata de una sábana de incalculable valor por su extraordinaria belleza. Se puede apreciar un delicado encaje de filigrana, unido a un fino hilo sobre el que resalta un bordado espectacular y único: no hay puntada igual a otra; destacan sus iniciales, JC de Josefa Calzado, entre dos dragones cuyas alas se despliegan, rodeados de flores con distintos relieves y pétalos que se abren. No es una pieza que deba estar guardada y olvidada en un cajón, por lo que se busca un museo u otro lugar apropiado, pues es digna de ser expuesta y admirada.








Calle Ancha, a la derecha el colegio e iglesia de las MM. Escolapias y más tarde de las MM. Filipenses. Lucena, hacia 1910.
 
 

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