No es la primera vez que vengo aquí. Conservo una
fotografía deliciosa donde estoy yo, con seis meses aproximadamente, en brazos
de mi madre bajo una de las parras que flanquean la alberca —hoy una señora
piscina—. Guardo muchos recuerdos de La Torca, como cuando nos asomábamos al
pozo para admirar con asombro y respeto (más bien miedo) la antigua noria —ahora
oxidada por el paso del tiempo—, o cuando corríamos a saludar a los pasajeros
del tren que pasaba sobre las cinco de la tarde, justo donde ahora transitan y
hacen deporte los paseantes, corredores y ciclistas, por la vía verde. Resuena
el eco de risas y fiestas, está vivo el recuerdo de los seres que habitaron
aquí —Conchi, Gaspar, Antonio Manuel, Gasparillo, Inma…—. Me parece escuchar la
voz dulce de Conchi ofreciendo un cafelito a Leli, su amiga del alma, en la
cocina de la primera planta en la esquina noroeste.
Aquí está todo abierto, este
campo no tiene cerrojo, ni cancela, ni llave, no hay setos ni vallas que nos impidan
ver a lo lejos. Estamos rodeados de mucho campo, solo campo. Tenemos la
piscina, viñas de uvas melosas —que nos han convertido en ladronzuelos—, una
casa blanca con porte de cortijo, un burrito de vecino —que rebuzna cada
cuarenta minutos, con puntualidad británica, como si lo estuvieran matando, y
al que le encantan las cáscaras de sandía y melón— y un nogal. Un nogal centenario
gigante cuyas ramas se extienden en horizontal más de cinco metros, y están
llenas de hojas grandes y pesadas. Hemos vivido quince días a la sombra del
nogal: hemos desayunado, almorzado, merendado y cenado bajo el nogal, además de
tomar el aperitivo, dormir la siesta, tomar el café y disfrutar las veladas
nocturnas. Toda la vida debajo del nogal.
En La Torca los amaneceres son
potentes, el sol se mete aunque no quieras en las habitaciones, entra como un
ciclón a despertarte y te dice “¡Arriba, dormilones!”, y te anima a coger la
bici para llegar hasta Doña Mencía y volver. Aquí los días pasan volando,
amanece y cuando quieres acordar, ya está atardeciendo, y con la puesta de sol
un paseíto por la vía verde hasta el puente de hierro. Pero si hay algo
realmente especial en La Torca son las noches. Ay, las noches en La Torca. Frescas
y silenciosas, salvo el sonido acuático de la depuradora de la piscina. Como si
fuese un cuadro, vemos a lo lejos las lucecitas del pueblo y de la sierra de
Aras, sobre nosotros el cielo cuajado de estrellas y la luna llena que quiere
colarse entre las ramas del nogal para hacernos compañía mientras escuchamos
plácidamente la selección musical que nos prepara Manolo cada noche.
Estoy tumbada en una hamaca de colchoneta mullida junto a la piscina,
después de darme un bañito, disfrutando el sol de las tardes de agosto. Mi hijo
está en la cocina estudiando —o haciendo como que estudia—, mi marido y mi
padre, de compras —les encanta dar una vueltecita por el pueblo, uno inventa y
el otro se apunta—. Cierro los ojos. Todo está en silencio, solo se escuchan
las cigarras, la brisa vespertina, el zumbido de las avispas y la moscas, los
ladridos lejanos de perros vecinos, el murmullo de las conversaciones de los
viandantes por la vía verde y el rodar de las bicicletas, los pájaros piando,
los rebuznos del burrito Juanito,… el silencio del campo. Me dispongo a leer un
rato, pero después de varios días sin abrir el kindle, encuentro que está sin
batería. Desparramo mi cuerpo sobre la colchoneta y, sumida en la vagancia más
absoluta, alcanzo el móvil, estratégicamente situado en la hamaca contigua, y
llamo a mi hijo para que me baje la libreta y un boli. Acabo escribiendo un
rato mientras espanto a las moscas.
Gracias, Juan. (Dice mi padre que
el año que viene, si puede ser, un mes entero).
Araceli, con estas vacaciones que describes nos haces transportarnos a momentos ya vividos desde la perspectiva de niños, lo extraordinario en la sensillez del lugar y lo reconfortante para el Alma lo que allí se vive. Me encanta que hayáis disfrutado La Torca.
ResponderEliminarMuchas gracias, Rocío. Hemos pasado una quincena de ensueño, mágica. En cierto modo ha sido como estar en casa. Abrazos
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