Voy a soñar que estoy sentada ante el viejo buró, con tintero y pluma en mano, y que tengo todo el tiempo del mundo... porque soñar no cuesta nada.

lunes, 25 de noviembre de 2013

EN BUSCA DE TARZÁN


En 1940, entre otros acontecimientos, nacieron Pelé, Ringo Starr y John Lennon, en Europa se libraba la Segunda Guerra Mundial y  la película “Lo que el viento se llevó” obtuvo el récord de ocho Óscar de la Academia de Hollywood. En Lucena, nació Antonio –el último de siete hermanos- el 25 de noviembre, un frío lunes en que la familia preparaba, como todos los años, la tradicional matanza que los abastecería durante meses. Al principio temieron por su vida, pero pasados unos meses se convirtió en un bebé rubio y rollizo que llamaba la atención, y con el tiempo resultó ser un niño fuerte, sano, gracioso y ocurrente que durante sus primeros años  desarrolló un lenguaje propio e ininteligible para los demás salvo para su hermana Carmela, que le hacía de intérprete.

 Aunque los Maristas no daban tregua, Antonio no fue un buen estudiante como sus hermanos mayores, se distraía con facilidad y esperaba ansioso el momento de irse a jugar con sus amigos los López de Ahumada, con los que solía jugar a la pelota, a las canicas, a la peonza, con los tirachinas y otros juegos propios de los niños de aquella época. Sin embargo, compartía con sus hermanos la costumbre de leer. En las noches de invierno, cuando se acostaban, cada uno con su libro, se enfundaban unos guantes para que las manos no se les quedaran heladas. A Antonio se le pasaban las horas leyendo desde muy temprana edad y era habitual que su madre fuese a apagarle la luz a las dos o las tres de la mañana porque el niño se enfrascaba con la lectura y no veía el momento de cerrar el libro que tuviese entre manos.

Entre las lecturas y el afán de aventuras, no es de extrañar que le atrajese Tarzán, el personaje que el escritor norteamericano Edgar Rice Burroughs creó en 1912 y sobre el que escribió una larga serie de novelas. Antonio, siendo adolescente, compró uno a uno los once volúmenes de la colección Las Aventuras de Tarzán, que fue el germen de su biblioteca personal. Siempre fue extremadamente ordenado y cuidadoso con sus cosas, especialmente con sus libros. A todos les ponía en la primera página y en la número cien su sello personal, de manera que, cuando prestaba un libro –lo que sucedía con asiduidad-, el prestatario no olvidase que debía devolverlo a su propietario original. Antonio cuidó su biblioteca privada toda la vida como un tesoro. Sin embargo, siempre hay excepciones y todas las precauciones no son suficientes, y algunos ejemplares no los recuperó. Hubo uno que especialmente le dolía haberlo perdido: el nº 6 de su apreciada colección juvenil, titulado Tarzán en la Selva. Durante años sufrió al ver su colección desmembrada e incompleta, y buscó en cada puesto de cada feria del libro que visitaba el ansiado volumen nº 6, pero no lo encontraba.

Había que solucionar el problema, así que busqué en Internet (¡Oh, Internet, la octava maravilla!) y me puse en contacto con varias librerías repartidas por España –Albacete, Alicante, Granada, Barcelona, Madrid, Valencia…-, todas con nombres preciosos y evocadores, como debe ser tratándose de librerías: Bronte, Vobiscum, Praga, Constancia, Anticuaria Sanz, Renacimiento…Después de varios email de ida y vuelta, de comparar precios y ver fotografías para comprobar el estado del ejemplar que buscaba, me decidí por el que me ofrecía la librería  Sancha, de Logroño.

Tal vez algún día aparezca en la estantería de algún conocido el libro que perteneció a Antonio, bien identificado gracias a su sello, pero de momento, su colección vuelve a estar completa.

Se lo entregamos ayer –como regalo de sus cuatro hijos- en una comida familiar con motivo de la celebración de su cumpleaños y el de Martín, uno de sus nietos, y puedo asegurar –su sonrisa lo delató- que fue una grata sorpresa para él.

¡Felicidades, papá!

 

jueves, 21 de noviembre de 2013

UNA MADRE EN APUROS


Rocío lleva un mes preparando la fiesta de cumpleaños de su hijo. Ha sido un mes agitado eligiendo el sitio y la forma de celebrarlo y barajando las diferentes opciones: un local de bolas, el salón social de su urbanización, contratar a un animador o dos, poner un castillo hinchable en el jardín, preparar ella misma varios juegos además de la merienda o encargar alguna tarta en una pastelería, decidir el número de niños a los que podía invitar según el presupuesto, etc., etc. Hace una semana se decidió por fin a celebrarlo en el salón social –donde tendrá que colocar mesas y sillas- porque hace frío y hay probabilidad de lluvia, contratar el servicio de un animador durante dos horas que entretenga a los veintitantos niños que acudirán mientras ella atiende a familiares, vecinos, padres, etc., y preparando ella toda la merienda a base de bocadillos, bizcocho, un par de tartas de chocolate, bebidas y chucherías. Por fin todo arreglado y acordado y ella, relajada, más o menos, porque esta mañana recibí este mensaje:

Niñas, tranquilizadme que estoy estresada no, lo siguiente.

Hoy no tenía que haber jugado al pádel, pero como lo quiero llevar todo para adelante… El caso es que tenía el cuello regular y he vuelto tocada del todo. Encima corriendo para hacer la tarta de galletas para llevarla mañana al cole. Y pensé, ya que me pongo hago dos a la vez, una para el cole y otra la dejo hecha para el sábado. Pues va y se queda el cable de la Thermomix pillado y no he pesado bien los ingredientes, y he echado casi el doble de azúcar y de maicena, así que las dos tartas mal. No sé cómo estarán. La cocina hecha una mierda. Pedro que está de trabajo  y no puede ayudarme. Y el cuello que no lo puedo soportar. Para mañana ya no tengo tiempo de hacer otra tarta y tengo que inflar 200 globos que he comprado. No os riáis que estoy estresada.

Seguro que el cumpleaños es un éxito, ya verás. Eres una supermamá.

lunes, 11 de noviembre de 2013

EL AJUAR DE PEPA


Mi bisabuela paterna, Filomena Calzado Armenteros, nació en Jaén el 23 de septiembre de 1847. Poco después, la familia se trasladó a Lucena. Filomena se casó en 1868, a la edad de 21 años, con su primo Francisco Calzado. De este matrimonio nacieron dos hijas, Araceli y Josefa, a la que llamaban Pepa. Desgraciadamente, unos años más tarde Francisco murió dejando viuda a Filomena con dos hijas adolescentes.

Araceli y Pepa se educaron en el colegio de Las Escolapias, que desde 1871 a 1918 se ubicó en la calle Ancha, donde más tarde estuvo el colegio de Las Filipenses. Allí se formaron en las materias elementales además de idiomas, música, caligrafía y las enseñanzas femeninas propias de la época. Fue ahí donde Pepa comenzó a bordar su ajuar.

Por entonces, era costumbre en Lucena que, durante las Fiestas de la Virgen de Araceli, se celebrara una exposición de labores de las jóvenes lucentinas que presentaban sus obras a concurso. Pepa presentó una pieza de su ajuar y recibió un diploma: “A la Srta. Doña Josefa Calzado Calzado, por una sábana bordada en blanco”. Fechado el 5 de mayo de 1895.

Araceli se casó siendo muy joven, con apenas 17 años, con Tiburcio Moreno, y, con muy poca diferencia de tiempo, su madre, Filomena, se casó en segundas nupcias con Rafael Beato Solís el 24 de noviembre de 1886. De este segundo matrimonio, nacieron Rafael –mi abuelo-, Filomena, Francisco y Mª Carmen.

Pepa, por su parte, contrajo matrimonio con Antonio Moya, un comandante del ejército de Jaén, donde vivió hasta que éste murió, sin que hubiesen engendrado hijos. Volvió a Lucena para vivir con su hermana Araceli, a la que siempre estuvo muy unida.

Cuando mi bisabuela murió el 30 de julio de 1919, poco antes de cumplir 72 años, era viuda desde hacía quince. De los seis hijos que había tenido, dos del primer matrimonio y cuatro del segundo, sólo vivían cuatro: Araceli, Pepa, Rafael y Filomena.

Rafael se casó con Francisca de Paula López Berjillos -mi abuela-, que dio a luz a trece hijos, de los que solamente sobrevivieron siete, cuatro varones y tres mujeres. Y Filomena se casó con Francisco Díaz, con quien tuvo dos mellizos varones.

Araceli y Pepa estaban tan unidas, que el día que Araceli murió –a finales de la década de los 40-, durante su velatorio, Pepa se sintió muy enferma. Cuentan que sentía tal tristeza por la pérdida de su hermana que parecía no querer seguir viviendo, y, efectivamente, al día siguiente murió. No dejaba hijos, por lo que sus pertenencias fueron repartidas entre algunos de sus sobrinos y su hermana Filomena, quien fue depositaria del exquisito ajuar.

Cuando Filomena murió en 1964, sus hijos, por deseo expreso de su madre, entregaron a sus primas, -hijas de Rafael, mis tías- algunas alhajas y el resto del ajuar de Pepa.

En la actualidad, mis tías conservan aún una pieza del laborioso ajuar que su tía Pepa primorosamente tejió y bordó en Las Escolapias alrededor de 1885 –hace casi 130 años-. Se trata de una sábana de incalculable valor por su extraordinaria belleza. Se puede apreciar un delicado encaje de filigrana, unido a un fino hilo sobre el que resalta un bordado espectacular y único: no hay puntada igual a otra; destacan sus iniciales, JC de Josefa Calzado, entre dos dragones cuyas alas se despliegan, rodeados de flores con distintos relieves y pétalos que se abren. No es una pieza que deba estar guardada y olvidada en un cajón, por lo que se busca un museo u otro lugar apropiado, pues es digna de ser expuesta y admirada.








Calle Ancha, a la derecha el colegio e iglesia de las MM. Escolapias y más tarde de las MM. Filipenses. Lucena, hacia 1910.