Rocío lleva un mes preparando la
fiesta de cumpleaños de su hijo. Ha sido un mes agitado eligiendo el sitio y la
forma de celebrarlo y barajando las diferentes opciones: un local de bolas, el
salón social de su urbanización, contratar a un animador o dos, poner un
castillo hinchable en el jardín, preparar ella misma varios juegos además de la
merienda o encargar alguna tarta en una pastelería, decidir el número de niños
a los que podía invitar según el presupuesto, etc., etc. Hace una semana se
decidió por fin a celebrarlo en el salón social –donde tendrá que colocar mesas
y sillas- porque hace frío y hay probabilidad de lluvia, contratar el servicio
de un animador durante dos horas que entretenga a los veintitantos niños que
acudirán mientras ella atiende a familiares, vecinos, padres, etc., y
preparando ella toda la merienda a base de bocadillos, bizcocho, un par de
tartas de chocolate, bebidas y chucherías. Por fin todo arreglado y acordado y
ella, relajada, más o menos, porque esta mañana recibí este mensaje:
Niñas, tranquilizadme que estoy estresada no, lo siguiente.
Hoy no tenía que haber jugado al pádel, pero como lo quiero llevar todo
para adelante… El caso es que tenía el cuello regular y he vuelto tocada del
todo. Encima corriendo para hacer la tarta de galletas para llevarla mañana al
cole. Y pensé, ya que me pongo hago dos a la vez, una para el cole y otra la
dejo hecha para el sábado. Pues va y se queda el cable de la Thermomix pillado
y no he pesado bien los ingredientes, y he echado casi el doble de azúcar y de
maicena, así que las dos tartas mal. No sé cómo estarán. La cocina hecha una
mierda. Pedro que está de trabajo y no
puede ayudarme. Y el cuello que no lo puedo soportar. Para mañana ya no tengo
tiempo de hacer otra tarta y tengo que inflar 200 globos que he comprado. No os
riáis que estoy estresada.
Seguro que el cumpleaños es un
éxito, ya verás. Eres una supermamá.
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