Voy a soñar que estoy sentada ante el viejo buró, con tintero y pluma en mano, y que tengo todo el tiempo del mundo... porque soñar no cuesta nada.

miércoles, 16 de octubre de 2013

¿POR QUÉ "EL BURÓ"?


Si nos remitimos al diccionario de la Real Academia Española, leemos que la palabra buró tiene varias acepciones: 1. Mueble para escribir, a manera de cómoda, que tiene una parte más alta que el tablero, provista frecuentemente de cajones o casillas. Se cierra levantando el tablero o, si este es fijo, mediante una cubierta de tablillas paralelas articuladas. 2. En las antiguas organizaciones políticas comunistas, órgano colegiado de dirección. 3. En México, mesa de noche. Nada tienen que ver entre sí pero, evidentemente, es la primera la que nos concierne.

Sin embargo, tiene para mí otras connotaciones añadidas. Un coqueto buró de madera oscura ha formado parte del mobiliario familiar desde hace más de cuarenta años. El buró junto al que yo crecí tiene dos puertas en la parte inferior, con una balda dentro, dos cajones a media altura y una puerta abatible en la parte superior que al bajarla queda en posición horizontal convirtiéndose así en escritorio. Ha tenido diferentes ubicaciones en la casa de mis padres, pero siempre ha estado ahí, útil para guardar todo tipo de cosas. Ha sobrevivido al paso del tiempo y aún lo conserva mi padre. Ahora está en un pasillo, junto a una ventana, custodiando en sus entrañas algunos tesoros: documentos, cajas, fotografías y bolsos de mi madre.

El primer recuerdo que tengo del buró es de cuando estaba en el dormitorio que compartíamos mis hermanas y yo desde pequeñas. En una ocasión, mi padre trajo -rescatados de su antigua casa familiar antes de que fuese demolida- un tintero y una pluma que él utilizaba cuando iba al colegio de los Maristas. Me maravillaron esos objetos por su encanto. Rellenamos el tintero y me transporté al pasado -aunque me gustan las ventajas de la vida actual, una parte de mí siempre ha sido antigua y romántica, y me encantaría viajar en el tiempo y vivir aunque sólo fuesen unos días en una época lejana-. Cuando se acabó la tinta, conseguí una pluma de ave y le introduje la varilla de un bolígrafo bic. Me gustaba sentarme ante el buró para escribir una carta o hacer mis deberes con mi pluma, simulando que me hallaba en otro siglo.

Ahora, sustituyo en mi imaginación el teclado del ordenador y la luz de la pantalla por una pluma y la llama ondulante de una vela.  No hay límites para la fantasía.


4 comentarios:

  1. Araceli, en casa hubo algo parecido que terminó convertido en buró -si bien nunca lo llamé así- era un mueble bar, la puerta abatible me sirvió de escritorio desde que empecé en el instituto, el resto de huecos para los libros y apuntes. Luego tuvo otros usos y en algún momento, muy ajado ya, es probable que nos aportara un fugaz calorcillo y potente luz inmolado en la chimenea. De vez en cuando lo recuerdo, mi formación se apoyó en su tablero horizontal.
    Besos.

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  2. Querido Joaquín, veo claramente que el recuerdo de tu buró te inspira en el manejo de la pluma. Escribe, porque cuando te leo, aprendo.
    Un beso.

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  3. Poco después de lanzar mi comentario tuve una duda: podía restarle protagonismo a tu idea; el reparo me acudió porque intervine no hace mucho en los de una foto que me daba pie a ensalzar las pequeñas cámaras digitales con las que ‘volvimos’ a aprender sobre fotografía: Tuve que borrar mis palabras, quizás ofendí otra vanidad con la mía, a punto estuvimos de la trifulca, me contuve a tiempo, quité varios comentarios y ese chaval ha dejado de ser visible para mí: solo tuve intención de compartir una antigua experiencia.
    Aunque esto no tiene nada que ver porque partimos de un aprecio mutuo te expongo mis cuitas y termino agradeciendo tus palabras; quizá mejor que glosar –aunque también- lo leído, sea aflorar las sensaciones y recuerdos que provocas.
    Feedback, Feeling…palabras que tu dominas.
    Gracias, besos.

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  4. Gracias, Joaquín. Me encantan tus comentarios, ¡ni se te ocurra borrar ninguno!
    Besos

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