Voy a soñar que estoy sentada ante el viejo buró, con tintero y pluma en mano, y que tengo todo el tiempo del mundo... porque soñar no cuesta nada.

viernes, 25 de octubre de 2013

DESDE PALACIO


Queridísima madre,
 Espero que cuando reciba y lea estas letras se encuentre bien de salud y feliz de tener noticias de su hijo, este que le escribe y la añora constantemente.
Quisiera compartir con usted los últimos acontecimientos que he vivido en esta casa, donde me he sentido muy bien acogido desde que llegué. Como ya le relaté en mi anterior carta, don Antonio Rafael  y toda su familia me dispensan un trato muy afectuoso. Son una de las familias más importantes de Lucena y están muy bien relacionados con el resto de la nobleza de esta ciudad.
La semana pasada  celebraron una fastuosa cena de gala a la que acudieron las más ilustres familias de Lucena y la comarca. No repararon en gastos a la hora de adornar, aún más si cabe, este suntuoso palacio. A buen seguro refulgía desde lejos pues eran muchas las luces que ardían en lámparas, apliques, candelabros y farolillos que iluminaban espléndidamente cada estancia y cada rincón. Deslumbraban la porcelana, la plata y el cristal dispuestos sobre el mantel de hilo que cubría la mesa embellecida con centros de frutas y flores. Los impresionantes óleos y espejos enmarcados en oro, las maderas pulidas y perfumadas, los relucientes brocados y terciopelos de tapicerías y cortinajes, las soberbias esculturas,…todo resplandecía. ¡Cómo disfrutaría usted viéndome vivir entre estas paredes, rodeado de tanta grandiosidad, elegancia y exquisitez!
Al festejo asistieron un gran número de invitados. Desde la ventana de mi habitación pude ver cómo llegaban los carruajes, entraban en el patio y de ellos se apeaban los invitados, que eran recibidos por  mis señores. Los caballeros, ricamente ataviados a la última moda, vestían casacas de vivos colores adornadas con bordados y galones de oro y plata, chorreras y encajes. Las damas lucían bellamente engalanadas con delicadas sedas y muselinas  en tonos suaves, rematadas con encajes y volantes. Ellos, peinados con coleta y cubiertos con tricornio, ellas, tocadas con sutiles adornos en el pelo como flores o lazos.
Un grupo de músicos amenizó la velada –viola, violines, flauta y clavecín-,y hubo baile hasta altas horas de la madrugada.
No puede ver más ni tuve el gusto de conocer personalmente a los invitados. Mis obligaciones como tutor de Juan María incluyen levantarme antes del alba para comenzar las lecciones, pues así lo exige su padre, don Antonio Rafael, que es muy estricto y firme en lo que a la educación de su primogénito se refiere.
Reciba un cálido abrazo de su hijo, Luis.
 
 
 
Casa de don Antonio Rafael Pantoja de Mora y Saavedra
Calle de San Pedro
Lucena, 5 de junio de 1770




Palacio de los Condes de Santa Ana en la actualidad. Lucena.




 

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