Voy a soñar que estoy sentada ante el viejo buró, con tintero y pluma en mano, y que tengo todo el tiempo del mundo... porque soñar no cuesta nada.

martes, 14 de enero de 2014

NOCHEBUENA


Lucena, 15 de diciembre de 2013

Hola, mamá:

Ya llega otra Nochebuena. Esta va a ser la cuarta que tú faltas.

El primer año sin ti estaba muerta de miedo. Recuerdo aquella tarde del 24, no quería entrar en casa y empezar los preparativos. Asistí a un entierro, fui a comprar un regalo de última hora, di un rodeo por algunas calles, fui a visitar a la tita Loli, tu amiga del alma, quien, extrañada ante aquella intempestiva visita, aseveró muy acertadamente: «A ti lo que te pasa es que no quieres ir a tu casa, ¿verdad?». ¡Cuánta razón tenía! Imaginaba que la cena iba a ser un desastre. Visualizaba la escena: todos tristes, incluso llorando, incapaces de saborear la  cena, primorosamente preparada a pesar de todo. No quería vivir esa noche, no quería que llegara ese momento. O quería que llegara, pero que pasara rápido. Quería, en realidad, cerrar los ojos y que, al abrirlos, fuese ya el 25, u otro día cualquiera. Te íbamos a echar tanto de menos… No podía concebir cómo íbamos a pasar la Nochebuena sin ti, tú que la llenabas con tu alegría, con tus excesivas delicias culinarias, con tus detalles, tu preciosa voz entonando villancicos y tus diestras manos tocando la pandereta con tanto arte. Lo llenabas todo, nos contagiabas tu desbordante ilusión, nos animabas de manera que todos acabábamos bebiendo anís, comiendo mantecados y trocitos de turrón, aunque no pudiésemos más, y cantando contigo.

Sin embargo, afortunadamente, no se cumplió mi peor presentimiento. Seguramente, conociéndote, tu espíritu en forma de ángel estuvo allí con nosotros. No ibas a permitir que lo pasáramos mal. No se derramó ni una lágrima, no hubo rostros serios ni apesadumbrados, no hubo tristeza ni amargura. Sorprendentemente, la cena transcurrió tranquila, amorosa y amena. Disfrutamos del palada,r e incluso nos reímos. ¿Y sabes qué?, ¡hasta cantamos villancicos y tocamos la pandereta! Nos parecía increíble, con la inquietud que teníamos al principio. Acabamos entendiendo que no podía ser de otra manera, que tu forma de hacer las cosas, tu ejemplo, tu enseñanza, tu huella es tan profunda que hicimos lo único que sabíamos, lo que habíamos aprendido de ti, lo que nos habías enseñado: disfrutar los buenos momentos y vivirlos con alegría.

Desde entonces, todas las Nochebuenas las hemos preparado con ilusión y las hemos gozado. No creas, aún se me hace un nudo en la garganta, nada es lo mismo, pero ya no he vuelto a sentir aquel temor. Sé que volveremos a pasarlo bien. Ya estamos elaborando con la tita Edu –tu hermana querida del alma- el menú, organizando la distribución de las mesas y los comensales; ya están dispuestas tu mantelería nueva –aquella que compraste para las ocasiones especiales- y la vajilla de Navidad que compramos entre tú y yo –yo, un tercio y tú, dos- y que nunca se ha utilizado por separado; ordenados, copiados y grapados tus villancicos –para que todos podamos seguir el mismo orden y las letras-, y tu pandereta. Encenderemos la chimenea, saborearemos la exquisita cena que con tanto cariño hemos planeado, comeremos turrón y beberemos anís. Los niños disfrutarán, nosotros, también. Nos reiremos, cantaremos y acompañaremos los villancicos con cascabeles, botellas, cubiertos, lo que sea. Eso sí, la pandereta…nadie la toca como tú.

1 comentario:

  1. Precioso homenaje, difíciles navidades. Precisamente hoy recuerdo la partida de la tercera -que conoció solo por fotos- abuela de mi hija.
    Besos

    ResponderEliminar